POR NINOSKA REYES URDANETA
Lo complicado se ha vuelto simple, y lo insignificante en lo más importante. Así convergen hoy ciento de familias en el departamento del Cesar en medio de La cuarentena por el Covid-19, que aunque ha generado una emergencia sanitaria, su gran aporte ha sido el reforzamiento de los núcleos familiares.
Entre los quehaceres del hogar, las actividades académicas de los hijos y las responsabilidades laborales que no cesan, así transcurren los días de cada familia que en confinamiento, han aprendido que el trabajo en equipo es la mejor arma para sobrevivir a cualquier adversidad.
Es estar juntos las 24 horas del día, pero a la vez desempeñar distintos roles en un mismo espacio, en un escenario en común que se divide entre compartir, trabajar y aprender.
En el departamento del Cesar hay 316.717 hogares particulares, con un promedio de 4,4 personas por unidad, según datos del Dane, obtenidos a través del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018.
En este aislamiento, lo más insignificante se ha convertido en el mejor momento para aprender unos a los otros. “Nosotros en los espacios libres jugamos cartas, parqués y cualquier juego de mesa que jamás habíamos utilizado; es explorar cosas nuevas que a pesar de los años no se habían implementado en el hogar”, manifestó Arturo Javier Olivella Díaz, abogado que cumple la cuarentena junto a su esposa y tres hijas menores, en su residencia ubicada en el conjunto residencial OGB de Valledupar.
Contento, replanteado y dichoso, así se describió Arturo Javier, quien admitió que al principio del aislamiento fueron momentos duros, pero con el pasar de los días se fue comprendiendo la importancia de disfrutar a los hijos, a la familia. “Por ahí se habla de muchos hogares desintegrados por la intolerancia y la violencia, pero aseguro que más son los que han podido abrazarse como nunca, perdonarse y reflexionar sobre esta pandemia, que en definitiva convertirá el miedo en enseñanzas para todas las familias”, afirmó.
EL ESTRÉS QUISO GANAR LA BATALLA
Unos con más espacios que otros y más recursos económicos, la misión empieza por la identificación de los problemas, las formas de enfrentar el reto psicológico y emocional que se deriva del cambio de rutina entre la diversidad de familias, opina Laura María Cárdenas Pulido, ama de casa, quien asegura que en principio el estrés quiso ganar la batalla, era como una guerra en silencio, en un mismo espacio que se reducía al verdadero sentido del confinamiento.
Laura María convive con su esposo y su hija de 15 años, ambos tenían una rutina diaria de trabajo y estudio, que ahora cambiaron de lugar. En principio, adaptarse al nuevo esquema de vida, que se pensaba sería corto, consumía cada momento de los miembros de la familia, “era como un choque de responsabilidades en un pequeño espacio, que ahora se convierte en el refugio de reflexiones, experiencias que permitirán asimilar que la vida ha cambiado para siempre, hay que valorar a la familia y además cuidarla de ese virus, que deja cosas malas y buenas”.
Las variables en este tema son diversas, mientras que el impacto de la misma amenaza no es el mismo para todos, pero el reto es común: superar la adversidad y el miedo, afirma Camila Díaz Montero, psicóloga clínica.
Evidentemente esta situación tomó por sorpresa a toda la sociedad, es una conjugación entre el temor a la salud y la incertidumbre en la economía, opina el sociólogo Roberto Cáceres Liñero, quien destacó que los miembros de las familias han tenido muchos retos y han debido enfrentar nuevas dinámicas como estar toda la familia en casa y todos con actividades distintas a las que deben responder en tiempo y espacio.
Pero por fortuna, el camino es seguir y aprender a convivir con el Covid-19, bajo la premisa del autocuidado y entender que la “familia es como la música; algunas notas son altas y otras bajas, pero siempre es una hermosa canción”.