POR NINOSKA REYES URDANETA
La pandemia del COVID-19 sin duda transporta a las personas al confinamiento, al cuidado y el distanciamiento social, pero mientras el ser humano permanece refugiado entre cuatro paredes, la naturaleza va reconquistando su espacio ultrajado por los humanos.
Es el caso del río Guatapurí, el mencionado en cientos de canciones vallenatas y sin duda el protagonista del folclor. Hoy vuelve a rugir con alivio y empieza a recuperar sus encantos en medio de un confinamiento que lo ha dejado libre sus riveras para pasear a su ritmo las hermosas aguas.
Vuelve a respirar y se recupera, es lo bueno del Covid-19. Desde hace más de dos meses el tumulto de personas que cada fin de semana lo bordeaban, ya no están, y aunque la sequía lo convirtió en piedras por un tiempo, hoy vuelve a ser fuente de vida y música para la región.
Mónica Arévalo, activista ambiental en Valledupar, manifiesta que durante este periodo, las riveras del Guatapurí se sienten aliviadas, su caudal se recupera por las fuertes lluvias y en el ambiente se respira frescura.
Son algunas de las ventajas que ha dejado esta pandemia, pero igual reflexiona y asegura que hay que luchar por recuperar del todo este importante reservorio, esta alegría podría ser momentánea y cuando todo vuelva a la normalidad es cuando más hay que defender al Guatapurí.
Sin embargo, asegura que hay que darle gracias a la vida por este periodo diferente que vive la naturaleza, y que debe ser motivo de reflexión para cuidarla no solo ahora, sino durante todo el año.
Para el biólogo Miguel Ángel Sierra, esta resurrección de la naturaleza podría ser momentánea y circunstancial. “El problema nace de la poca atención que las autoridades han prestado al páramo, como fuente vital del río Guatapurí, y pese a que ha estado lloviendo, la fuerza del agua solo indica un escenario pasajero.
Con todo lo que está pasando, es importante reflexionar sobre lo positivo desde el punto de vista ambiental, pero también lo negativo de un problema que ha sido arrastrado por años.
El río Guatapurí hace más de 30 años empezó una decadencia en base a un problema en lo que es el páramo de la Sierra Nevada, motivado a la influencia y confluencia de las etnias que huyeron de la violencia. “Eso es el principio del fin de río Guatapurí, es decir, desde la historia nadie es capaz de entender y aceptar que la guerra ha afectado este afluente”.
Manifestó que es normal que hoy de alegría observar el alto caudal del río, pero a la vez no es tan bueno lo que los ojos están viendo. Si es cierto que la gente dejó de acercarse al río y su rivera está suelta, está libre; igualmente está desprovista de vegetación y el río no tiene de dónde agarrarse.
Lo que está haciendo es arrastrar material orgánico que debió haberse quedado si contara con material vegetativo, eso se llama erosión, que con el tiempo causa la pérdida de la capa vegetativa para sostener las plantas.
En estos tiempos de pandemia, es necesario reflexionar porque el río sonríe, pero es un tema momentáneo y emocional, producto de las situaciones difíciles que se están viviendo a causa del Covid-19; pero que a la vez despierta la necesidad de mirar más a fondo la naturaleza, de cuidarla y dejarla ser.