Diario del Cesar
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Así es la nueva generación de narco ‘invisibles’ que desafían a las autoridades

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Ya no manejan automóviles de alta gama, no visten ropa de diseñador, ni usan joyas ostentosas, e incluso viven en barrios de clase media, y hasta podrían ser vecinos suyos. Todo lo hacen con bajo perfil para pasar desapercibidos y con poca o ninguna excentricidad en su andar por las ciudades.

Es la nueva generación de narcotraficantes que sustituyó a los capos de los históricos carteles de Cali, Medellín y del Norte del Valle y sus bandas criminales que azotaron a una gran parte de Colombia en los años 80 y 90.

Ahora sus negocios los administran a través de sofisticadas estructuras en la sombra que incluyen empresas de fachada. Algunos de ellos tienen alguna formación educativa y heredaron de sus padres y parientes esa vinculación con el narcotráfico. Por eso, detectarlos puede tardar muchos años por su nivel de conocimiento en asuntos financieros para ocultar sus capitales.

Sin embargo, las autoridades y los organismos de inteligencia han comenzado a tenderles el cerco para atraparlos, también gracias a modernos sistemas para el rastreo de sus bienes, millonarias operaciones de lavado de activos y otros negocios como el contrabando y la minería ilegal.

Los tentáculos del narcotráfico ahora están con mayor arraigo en Europa. Pero varios de sus nuevos capos han comenzado a caer en manos de la DEA.

Por eso en los últimos meses han salido a relucir las capturas de varios de estos nuevos capos de última generación que la fundación Insight Crime denomina como ‘Los Invisibles’ por la forma como actúan hoy, especialmente en alianza con los poderosos carteles mexicanos, que son ahora los nuevos patrones del negocio de la cocaína junto a las disidencias de las Farc.

En desarrollo de esa tarea para detectar a ‘Los Invisibles’ han caído William Herrera López, alias W, sobrino del extinto narcotraficante Helmer Pacho Herrera, y de cuya vida poco se conocía. Fue capturado en agosto del 2019 en Cali cuando pretendía recuperar de manera violenta 576 bienes ocultos por el Clan Herrera que tenían un valor de alrededor de $5,6 billones.

También fue detenido a principios de febrero de este año en una región del Caquetá, José Albeiro Arrigui, alias Contador, considerado el capo del narcotráfico en Tumaco. Era el sucesor de alias Guacho dado de baja por el Ejército en el Cauca.

El mayor general Fabio Hernán López, director de investigación criminal de la Dijín, califica a alias Contador como un elemento de alto valor para la fuerza pública. Los oficiales le siguieron el rastro tras conocerse que su debilidad eran las mujeres a quienes financiaba cirugías plásticas con dineros enviados por sus emisarios.

Igual le sucedió a Pablo Emilio Robles Hoyos, alias El señor del lago, quien regresó a Colombia tras pagar una condena en México. De él no sabía casi nada hasta su captura el pasado 6 de febrero. Se ocultaba de tal manera que no tenía redes sociales, celular, correos ni cuentas bancarias para no ser descubierta su actividad delictiva. Los sabuesos de la DEA y la Dijín, luego de largos seguimientos le comprobaron que desde su vida clandestina en un apartamento ubicado en el sur de Cali, dirigía grandes cargamentos de droga desde Tumaco hacia Estados Unidos.

En similares circunstancias fueron detenidos Pedro Loevel, alias Milán, y Luciano Llanos, alias Milú, quienes no tenían gran figuración en los nuevos carteles, pero se habían convertido en piezas claves del tráfico de cocaína con redes especialmente en Centroamérica. Otro invisible era José Bayron Piedrahíta, quien la llamada Lista Clinton lo puso en evidencia en el 2016 hasta su captura en 2017.

Las nuevas estructuras

Para el profesor e investigador de la Universidad del Valle, Gildardo Vanegas Muñoz, quien elaboró un interesante trabajo titulado ‘Cultura y barbarie. Los avatares de la saga del narcotráfico en Cali 1960-2018’, identificó siete generaciones de narcotraficantes, “ahora todo es distinto porque los narcos colombianos ya no tienen el control sobre el negocio, pues fueron desplazados por los carteles mexicanos”.

“Las organizaciones colombianas se han volcado en proveer cocaína a los mexicanos y en enfocarse en el mercado interno de la droga que cada vez más está en aumento en el país”, dice.

El experto considera que en este último aspecto la definición de microtráfico es imprecisa e inadecuada, “ya que se trata de un negocio muy fuerte e importante controlado por organizaciones a través de pandillas en los barrios, al lado de actividades como la venta extorsiva de seguridad más el llamado gota a gota, cuyos jefes son casi invisibles para las autoridades”.

Similar visión tiene el también investigador de la Universidad Eafit, Gustavo Duncan, quien resalta que “el control de las grandes ciudades lo perdieron los narcos, pues ya no hay capos como Pablo Escobar, los Rodríguez y otros, que ejercían su poder en grandes territorios”.

De allí, anota, que hoy existan personajes de bajo perfil que manejan gran parte de la droga que se distribuye hoy. “Pero yo no llamaría narcos de bajo perfil a aquellos que manejan un ejército de 300 hombres, y más quienes controlan los embarques de droga, y los cultivos ilícitos”, anota el docente.

A ello, el investigador Vanegas Muñoz agrega que ese tráfico local es el responsable de masacres como la de la Barra de la 44 en Cali y otras que han ocurrido por el control territorial de ese mercado doméstico en las ciudades.

Pese a ese nuevo accionar, el exasesor de seguridad de Cali, Alberto Sánchez Galeano, dice que “la figura de los narcos invisibles siempre ha existido, ya que algunos de esos personajes juegan un rol de liderazgo, mientras otros están encargados de la intermediación”.

De hecho, resalta que algunos narcos del cartel del norte del Valle eran mediadores con el cartel de Cali, y la mayoría de ellos no se conocían. “Eran actores que se prestaban para ser parte de la economía legal e ilegal para la dinámica del negocio como testaferros y lavadores de dinero”.

Ahora, añade Sánchez Galeano, “a estos personajes ya no les interesa mover droga afuera sino acá, no son poderosos narcos, sino tipos que integran varios portafolios criminales que tienen redes en ciertos territorios con el apoyo de bandas más pequeñas. No se ven porque no son grandes capos”.

¿Por qué ese cambio?

Los duros golpes del pasado a organizaciones como los carteles de Cali, norte del Valle y Medellín forzaron a esas estructuras a buscar nuevas formas de camuflarse.

Y aunque los esfuerzos de las autoridades han sido muy importantes para combatirlas, “a veces el Estado está en desventaja para penetrarlas por la magnitud del fenómeno”, considera el investigador Gildardo Vanegas. Resalta que allí también existe una debilidad de algunas esferas sociales que son susceptibles de ser permeadas por el narcotráfico, cuyos dineros corrompen a muchos a través del lavado de activos y el testaferrato”.

Para despistar a las autoridades algunos de los nuevos narcos no usan celulares de alta gama, ni correos, sino sofisticados métodos de mensajería para actuar.
A la fecha, el Gobierno está combatiendo a los nuevos reductos del narcotráfico en ciudades y zonas rurales que se han sofisticado y en reducir los cultivos ilícitos de coca que hoy ocupan más de 200.000 hectáreas en Nariño, Cauca, Putumayo y Caquetá.

“Esos golpes llevaron a estas nuevas generaciones a volverse casi invisibles. El rol del narco está cambiando, pues ahora son cada vez más mediadores que actores fuertes en el negocio porque la violencia tiene un costo muy alto para ellos”, destaca el experto Alberto Sánchez.

El Plan Colombia y sus estrategias también permitió frenar de alguna manera el auge del narcotráfico, pero este se volcó a las calles colombianas con mercados locales más organizados, que actúan de una manera más silenciosa.

Tareas a profundizar

El lavado de activos y el contrabando son de alguna manera el combustible para que el narcotráfico se siga fortaleciendo con el accionar de las nuevas generaciones del narcotráfico en Cali, el Valle y el país.

Por eso, los investigadores de esta problemática, estiman que más allá de combatir el sicariato, hay que profundizar la lucha contra el lavado de activos y las redes que lo componen en la actualidad. A través de mayores estrategias y tareas de inteligencia de las autoridades se podrían estrangular así las finanzas de los narcos visibles e invisibles para neutralizarlos.

“Esa actividad en Cali, a causa del oro ilegal del Cauca, la coca de Tumaco y el contrabando en Buenaventura es algo descomunal, y no hay forma de enfrentar este fenómeno con acciones administrativas a nivel local”, estima el investigador Alberto Sánchez.

En tanto, el docente Gustavo Duncan afirma que “las disidencias sí están hoy muy involucradas en el tráfico de drogas y ligadas también a los asesinatos de líderes sociales por el control territorial”.

Otro aspecto a combatir en el marco del lavado de activos, es el uso de las llamadas monedas virtuales –como el bitcoin- para mover parte de esos dineros ilegales tanto a nivel interno como externo (a través de cajeros automáticos), aprovechando que no existe una regulación como tal en el país para controlar esos capitales. Es otra forma de lavar dineros del tráfico de drogas y el contrabando.

El contrabando fue precisamente la manera como organizaciones como la de los Rodríguez en su momento aprovecharon para hacer sus despachos de drogas hacia el exterior. Por eso dicho delito está muy ligado al narcotráfico y la creciente minería ilegal.

El papel de las disidencias

En los últimos meses las disidencias de las Farc, es decir, de guerrilleros que no se acogieron al plan de paz del Gobierno, son igualmente otra de las estructuras visibles en el negocio del narcotráfico, aunque varios de sus nuevos jefes son prácticamente desconocidos.

Los expertos estiman que ellas junto al ELN, están jugando un rol clave junto a los carteles mexicanos con los que se han aliado para vigilar laboratorios en apartadas regiones e impulsar cultivos ilícitos bajo la amenaza a las comunidades y la violencia dirigida hacia los líderes sociales que se oponen a ser desplazados.

Fenómenos como la deforestación de bosques para las siembras y la minería ilegal forman parte fundamental de las nuevas movidas para la expansión del narcotráfico. Y allí juegan personajes invisibles que actúan como testaferros y lavadores de dinero, lo cual es un coctel peligroso para los territorios.

CALI (El País).