Diario del Cesar
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¡En qué estamos!

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A raíz de la solicitud a Cuba de extraditar a los cabecillas del ELN, un grupo de “intelectuales” le pide al presidente “mayor serenidad” y dejar abierta la diplomacia, “tradición de nuestra política exterior”.

Una carta sorprendente. Después de sesgados juicios históricos, terminan pidiéndole al presidente no hacer nada que ofenda a la isla, aun incumpliendo sus funciones constitucionales. ¡Qué osadía!

“Ya el Estado colombiano se equivocó -afirman- cuando (…) la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela”. Falso. En 2010 el Gobierno, con pruebas, denunció en la OEA la presencia de las Farc y el ELN en Venezuela, a lo que Chávez respondió con insultos y, para evitar la inspección que pedía Colombia, rompió relaciones.

Nuestros “intelectuales” y el “centrosantismo” padecen de “síndrome de Estocolmo”. Uno de los firmantes  considera “muy lamentable el comportamiento del presidente Duque y todo su gobierno, hostigando y maltratando a Cuba”; un diario capitalino titula “Siguen las injustas exigencias a Cuba”, y De la Calle acusa al Gobierno de “sesgos ideológicos” en la política exterior, como si la de Cuba no los tuviera, acogiendo terroristas y exportando su revolución desde la época del Che.

Para ellos, el Gobierno debe incumplir su obligación de capturar terroristas condenados por la justicia y, por el contrario, facilitar su regreso y darles tiempo para esconderse. ¡Absurdo! ¿Quién rompió el protocolo?, ¿acaso no fue el ELN, que asesinó a 22 jóvenes, en un acto terrorista que califican de “operación lícita dentro del derecho de guerra”?, ¿acaso no lo rompió con secuestros, extorsiones y 89 atentados al oleoducto en 2018; ¿acaso pensaba seguir extorsionando al Gobierno?

Pero el asunto no es Cuba solamente; es el régimen narcoterrorista de Maduro mostrando los dientes, el intento de desestabilización en Ecuador, el retorno de Cristina en Argentina y la deslegitimación de Bolsonaro en Brasil.  El problema es la consigna del Foro de Sao Paulo en Caracas, de “controlar a la derecha en el continente”, en medio de consignas antiimperialistas y de lucha de clases.

El mayor riesgo es que el país ande ese camino sin querer darse cuenta. La corrupción no cesa y, donde las urnas no están amenazadas por grupos criminales, se repite la farsa del clientelismo electorero. Mientras tanto, el “centrosantismo” no deja gobernar por venganza política o codicia insatisfecha de mermelada, y Petro cumple su amenaza de mantener al pueblo en la calle. Marchan estudiantes, indígenas, transportadores, Fecode, centrales obreras, y con ellos marchan los encapuchados del ELN.

Es la estrategia del caos, para aparecer luego como redentores, a la que se suma la errática ONU con la elección de Venezuela al Consejo de DD.HH., que NO es un disparate menor, sino un síntoma peligroso de hacia dónde vamos.