Diario del Cesar
Defiende la región

El ‘embajador sabanero’ que vive en ‘El Valle’

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Por

WILLIAM

ROSADO

RINCONES  

Rafael Cueto Teherán es un compositor nacido en los alrededores de Zambrano, Bolívar, en donde fue bautizado, allí creció y fue madurando el tono ‘golpeao’ que identifica a todos los nativos de esa región.

Pese a que vive en Valledupar hace más de 40 años, no pierde ese acento que lo caracteriza y que además le ha servido para convertirse aquí, en el embajador de la sabana, y es el encargado de relacionar a los músicos de Valledupar con los del viejo Bolívar y así vive visitando todos los pueblos en donde se hable de vallenato y se hagan festivales.

Su primer contacto con la música fue a través de Luis Enrique Martínez quien era un músico andariego, cuya vida transcurrió en gran parte entre fincas del Magdalena Grande, tocándoles a los hacendados parranderos, los que escasamente le daban ron y sancochos y una que otra moneda que no justificaba el gran valor de este juglar.

Cueto, de muchacho, escuchó la algarabía de la presencia de Luis Enrique en una finca de la región de Apure, y ante el embrujo que le ocasionaba el acordeón, resolvió agarrar una yegua y a ‘medio pelo’ se fue detrás de los pitos y bajos del ‘Pollo’ Vallenato, a quien alcanzó a ver sacándole melodías y lamentos a su acordeón en medio de una vaquera, que en gran parte, eran las tarimas de los juglares, los que solo el eco de las montañas tenían como amplificación.

 

QUERÍA SER MÚSICO

 

A partir de ahí, se le metió entre ceja y ceja que él tenía que ser músico. Su padre era un campesino que laboraba de finca en finca, lo que llevó a establecerse de pueblo en pueblo por Bolívar y el Magdalena, para entonces únicos departamentos de la Costa, en una de esas mudanzas se estableció  en una parcela por los lados de Plato, cerca de la entrada de Chibolo, en ese territorio, arranca el verdadero contacto de Rafael Cueto con la música vallenata, ya que allí conoció a Enrique Díaz por allá en el año 1961, quien para la época era un simple machetero de calabazo al cinto sin ningún rótulo de artista.

“Yo iba en un burro echando agua y cantando y detrás venía el hombrecito moreno y me preguntó, compa a usted le gusta la música, yo le dije que sí, enseguida me dijo, a mí también, yo se tocá acordeón me dijo, usted no sabe quién tendrá uno por ahí, yo le dije que había uno en una finca vecina, hasta donde lo llevé y se lo prestaron, enseguida se armó la parranda, el hombre comenzó a jalá acordeón y de ahí en adelante, comenzó hacer sus giras en toda la región hasta llegar a competir mano a mano con ‘Pachito’ Rada”, sostiene Cueto Teherán.

De esa relación, surgió una gran amistad, que se consolidó porque a raíz de la fama que se le regó al negrito’ acordeonero, consiguió la grabación de su primera canción, ‘Mujer Ingrata’ que se la hizo a un amor furtivo que se le fue al no resistir la caricias de una manos enmarcadas en los callos que le dejaba el machete.

 

“En el pueblo de Apure recibí un decepción
Por Juanita Venera y así se lo dice Enrique
Óyeme  caramba me consuela mi acordeón
Me decían mis compañeros vámonos para El Difícil”

 

Este logro fue de gran alegría para todos los campesinos de la zona, quienes con radiola al hombro sonaban ese tema en interminables parrandas, donde desbordaba el ron de todas las marcas, y la sintonía de Ondas del Río de Magangué se multiplicó, porque cada  quince minutos soltaba el disco que se convirtió en la sensación, lo que a la postre la abrió las puertas a la fama a Enrique Díaz, quien soltó la cacha de la rula para siempre.

La acogida de Enrique, le permitió salir del monte, mientras que, Rafael siguió en sus labores en la parcela de su papá, en los quehaceres campesinos, pero siempre con la musa montada en sus hombros y archivando canciones en su mente provinciana, las que solo se las cantaba a la soledad de sus largas noches bajo, el coro de las chicharras que anunciaban una nueva temporada de verano.

 

REENCUENTRO EN EL FESTIVAL

 

El éxito de Enrique Díaz hizo que la casa disquera Victoria, lo acogiera como su artista exclusivo y lo llevó a concursar al tercer Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1970 en donde resultó ganador Calixto Ochoa, pero Enrique tuvo una gran figuración eliminando a contendores de la talla de Alberto Pacheco que fue rey al año siguiente. En ese festival, volvió Cueto a reencontrarse con su viejo amigo el que ya estaba cargado de fama, con reloj, anillo y diente de oro, pero no lo desconoció, y fue desde ahí el punto de partida de Rafael Cueto como compositor.

“Me llevó para el hotel los Cardones de Valledupar, allí empezó a escuchar mis canciones y se llevó una que me la grabó en el disco siguiente, fue mi primer tema grabado: Paloma Casera”, recuerda Rafael Cueto Teherán.  De ahí en adelante comenzó a grabarle, a tal punto que en su trayectoria le llevó a estudios de grabación 22 canciones entre estas, ‘Madre Desconsolada’ que es uno de los temas antológico de  Enrique Díaz.

 

“Le dedico este merengue a la madre desconsolada
Especial a mi madrecita que llora y sufre por mí
A Dios le vive pidiendo que a mí no me pase nada
Que donde quiera que vaya a mí me vaya feliz”.

 

Antes de ese segundo encuentro entre estos dos viejos amigos, este compositor sabanero estuvo viviendo un tiempo en La Guajira a donde llegó luego de una breve estadía en Valledupar cuando apenas se estaba fundando el barrio Primero de Mayo, que para entonces era conocido como: ‘Las Tablitas’.

 

ACORDEONERO

 

Allá en la península aprendió a tocar acordeón, uno de sus viejos sueños, instrumento que le regaló el hacendado, Enrique Urbina Pinto, padre de la ex reina nacional de la belleza, María Mónica Urbina. Ese obsequio fue producto de una canción que Rafael Cueto le hizo al patrón, quien emocionado le dio el instrumento en el que llegó a un nivel alto de competencia, pero un accidente le hizo perder la movilidad de los dedos de su mano izquierda, por lo que tuvo que dejarlo forzosamente.

A raíz de su retiro como acordeonero, se fortaleció en el plano de la composición en un estilo que nunca se ha demarcado de su origen sabanero, lo que le valió una gran acogida de los músicos de esa zona de ahí que, aparte de Enrique Díaz, también le han grabado, Oswaldo Rojano, Miguel Herrera, ‘El Pollo’ López, Julián Royero, Los Chiches del Vallenato, entre otros.

Su inspiración llega de cosas reales, tanto en el amor como de episodios cotidianos, tanto así que, hasta a la muerte le hizo una canción, luego de que en su oficio de tractorista, una vez se durmió y le cayó la pesada máquina encima, lo que lo mantuvo varios días en estado crítico, nadie daba un peso por su salvación, por la gravedad de la heridas, pero tiempo después, reaccionó positivamente y aprovechó para cantarle a ese momento duro de su vida e hizo la canción: ‘La Circular’, grabada dos veces, una por Enrique Díaz, y la otra por Oswaldo Rojano.

 

“De la suerte y la muerte
No se escapa ninguno
Por grande que sea el mundo
Nadie puede esconderse
Un caso particular
Fue el que a mí me sucedió
La muerte se apareció
Que me había mandado a buscar
Me mostró una circular
Y en la lista estaba yo”

Rafael Cueto, es un hombre agradecido de Dios y de la vida, el haber nacido en un pueblo con historia musical como Zambrano, indirectamente le sirvió para proyectarse en el campo musical, ser paisano de César Castro, lo motivó; lo mismo que de  ‘Pacho’ Villalba, Ángel Niño y ‘El Mocho’ Benavides, el mismísimo autor del famoso tema: ‘El Baile de La Pluma’ un juego erótico que se gestaba en un bar del pueblo de propiedad de Rafael Escandón, el que consistía en sostener desnudos una pluma de pavo, y quien la dejaba caer iba siendo del juego, luego del descarte se conocía al ganador, esta singular danza le sirvió a Benavides, para escribir ese antológico tema de la costa Caribe, que ha sido grabado en muchas versiones incluso por Diomedes Díaz:

 

“Él fue el que se raspó el coco
Él fue el que se disfrazó e mujer
Él fue el que bailó el baile e la pluma
En casa del pato Rafael”

 

Cueto, “El Embajador Sabanero”, tiene 7 hijos uno de los cuales le salió músico, tiene su mismo nombre, está residenciado en Medellín y está ejerciendo el arte por esa región paisa, además, en parte de la sabana, en donde mantiene constantes toques. Cueto Teherán, es activo socio de SAYCO en donde le brindan su  apoyo económico, aparte de la pensión que logró conseguir por su largo trasegar en el campo. Tal vez su trabajo “rejundío” en el monte no le permitió entregarles temas a otros intérpretes de mayor raigambre en Valledupar, pero no se queja porque de todos es amigo y con todos ha parrandeado.

Un gran agradecimiento siente por los compositores, Sergio Moya y Mateo Torres, quienes son sus vecinos en el barrio Doce de Octubre de Valledupar, quienes lo han relacionado con gran parte de los actores vallenatos, y él a su vez también los lleva a la Sabana, en una especie de intercambio musical que hermana más a estos dos pueblos, protagonistas del folclor.