Se estima que en este momento hay en el país inversiones paralizadas por cerca de $50 billones, debido a la manera como están funcionando las llamadas consultas previas.
Alguna vez tuve el siguiente diálogo con el expresidente Rafael Correa del Ecuador:
-Presidente, le dije: estamos gratamente impresionados los colombianos con la maravillosa red de carreteras que tiene el Ecuador; pero dígame: ¿ustedes no tienen consultas previas?
-Y me respondió: si las tenemos y las hacemos juiciosamente; pero las consultas previas no pueden durar acá indefinidamente. Tienen una fecha de comienzo y otra donde deben estar concluidas. No pueden durar indefinidamente. Tampoco permitimos que ellas acareen costos desmesurados para los proyectos de inversión.
Pues bien: las consultas previas se han vuelto una pesadilla en Colombia y contradicen aquellos parámetros de buen juicio que me esbozó el presidente Correa en nuestro diálogo: pueden durar indefinidamente y a menudo entrañan costos desmesurados en el presupuesto de las inversiones que se emprenden.
En realidad, se han convertido en una piedra de molino colgada al cuello de la inversión en Colombia. Y son probablemente el freno de mano más inquietante con que debe enfrentarse cualquier proyecto de inversión en infraestructura que se intente desarrollar en nuestro país.
Este diálogo con el expresidente ecuatoriano me ha vuelto a la memoria al leer la información que se dio durante el último congreso de Naturgas que deliberó en Cartagena la semana anterior: el pozo Sirius -en el que está cifrada la mayor esperanza para conservar la provisión gasífera del país- requerirá de 116 consultas previas antes de que pueda fluir la primera molécula de este gas hacia tierra firme.
Sirius es uno de los proyectos más promisorios con que cuenta el país. Está ubicado a muchos kilómetros de la costa colombiana mar adentro, y es una estructura donde el hidrocarburo se encuentra debajo de una columna de agua de varios miles de metros bajo el nivel del mar. Duplicará las reservas gasíferas y es el yacimiento más importante que se ha descubierto hasta el momento en Colombia.
Entonces uno se pregunta: ¿qué diablos se va a consultar, con quién, y para qué se van a hacer 116 consultas previas?
Si en el desarrollo del pozo Uchuva, también gasífero, se debieron enfrentar interminables forcejeos dentro del marco de las consultas previas, y absurdos episodios judiciales con un juzgado de Santa Marta empeñado en obstaculizar el desarrollo de este yacimiento, ¿qué no va a suceder con 116 consultas que como una piedra de molino colgada al cuello nace el proyecto Sirius?
Hace ya varios años se viene hablando de que es apremiante que se expida una ley que reglamente el procedimiento de las consultas previas. Pero nada se ha avanzado.
Está bien consultar a las comunidades afectadas por algún proyecto de infraestructura. Pero esto no puede hacerse a costa de paralizar la inversión pública como está sucediendo. No es coincidencia que la inversión como proporción del PIB haya caído a los niveles más bajos desde que se llevan cuentas nacionales en Colombia.
El próximo gobierno tendrá que poner este asunto en primer lugar de sus prioridades. El actual gobierno ya no lo hizo, o no lo quiso hacer. Ahí quedan como testimonio de su indiferencia ante tan grave problema los proyectos eólicos que han tenido que abandonarse en la Guajira por culpa, entre otras razones, de la tardanza y el atiborramiento de consultas previas o por los sobrecostos descomunales que estas le agregan al proyecto.
El panorama del suministro de gas natural en Colombia está sombrío. Ya se habla de la necesidad de hacer costosas importaciones desde otros países para llenas los faltantes.
Lo que no podemos hacer es seguir estrangulado el desarrollo de la infraestructura energética con el bozal asfixiante de consultas previas mal diseñadas.
*Exministro de Estado.