“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, dice una frase que se le atribuye a Albert Einstein. A veces pareciera que es justamente eso lo que hacemos los colombianos y razón por la cual no se avanza de forma contundente. Insistimos en más de lo mismo, en cambiar para desandar, en ir contracorriente para anteponer ideologías o intereses particulares al desarrollo.
En medio de un entorno global cargado de tensiones geopolíticas, desaceleración económica, crisis climática, reordenamientos productivos y competencia feroz por la inversión, aquí se mantienen las mismas fórmulas, algunas que fueron viables, pero que deben adaptarse y otras inviables.
Colombia atraviesa una coyuntura que exige decisiones distintas porque persisten los mismos problemas estructurales: baja productividad, informalidad laboral, escasa inversión en ciencia y tecnología, una regulación que, en lugar de dinamizar, estrangula, entre otras.
A esto se suma un escenario internacional marcado por la fragmentación de cadenas globales de valor, el endurecimiento de políticas comerciales y la reconfiguración de alianzas en torno a criterios estratégicos como el nearshoring, la seguridad energética y la soberanía tecnológica ¿Vamos a responder a este nuevo mundo con las mismas estrategias?
El mundo no está esperando. México, por ejemplo, ha sabido capitalizar las tensiones entre China y Estados Unidos para atraer inversión extranjera directa, fortalecer su industria y crecer en exportaciones. Irlanda y Vietnam han hecho de su agilidad regulatoria y su capital humano una ventaja competitiva en medio del reordenamiento global.
En Colombia, por el contrario, vemos pasar las oportunidades, crecen las barreras internas que frenan al sector productivo, se reduce la inversión extranjera, las exportaciones no mineras se estancan (con excepción de las que van a EE. UU.) y seguimos sin resolver los obstáculos logísticos, regulatorios y de infraestructura que limitan nuestro potencial. En lugar de prepararnos para competir, insistimos en prácticas que nos mantienen anclados al pasado.
Insistir en las mismas políticas que no han dado resultado es un lujo que no podemos permitirnos. No podemos seguir hablando de reindustrialización sin resolver los cuellos de botella logísticos, energéticos, de informalidad y regulatorios. No podemos invocar la innovación mientras el sistema educativo sigue sin responder a las necesidades del siglo XXI, no podemos hablar de equidad si el aparato productivo se enfrenta a la informalidad y al contrabando.
En un momento en que el mundo redefine prioridades, Colombia necesita un pacto (o como se defina llamar a un trabajo serio y coordinado, con compromisos) por la productividad y las oportunidades, que convoque al sector privado, al Gobierno, a la academia y a los trabajadores a repensar la forma de actuar para dar resultados y crecer con la innovación como eje, con diversificación, internacionalización y sostenibilidad suficientes para aprovechar las oportunidades que se abren, en lugar de quedar al margen.
Seguir esperando resultados distintos sin cambiar lo que hacemos es, como decía Einstein, una forma de locura. La sensatez, en estos tiempos de incertidumbre, es actuar con audacia, con inteligencia, unidos y con sentido de urgencia. No por capricho, sino por necesidad, porque el bienestar de millones de colombianos depende de ello.
*Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas