Diario del Cesar
Defiende la región

Nos ve cara de pendejos

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Al escuchar un fragmento del reciente monólogo de Gustavo Petro al que llama ‘consejo de ministros’ y que ahora ha decidido televisar, no queda más que lamentar, una vez más, la suerte del país desde que cayó en sus manos. Ese breve extracto es un compendio de cinismo, arrogancia, ineptitud y, sobre todo, de una peligrosa perversidad. De su discurso emanan aires de su complejo de superioridad, típico del ególatra que se cree por encima del universo, convencido de que todos, salvo él, somos inferiores.

Entre los múltiples rasgos que lo desacreditan como jefe de Estado, sobresale uno inquietante: Petro jamás asume responsabilidades. Elude con soltura cualquier culpa por sus errores y, en cada aparición pública, se reinventa como víctima. En este nuevo episodio volvió a la misma cantaleta: culpó, una vez más, al expresidente Iván Duque por la crisis fiscal que atraviesa el país, sin siquiera pestañear ante el derroche, la improvisación y la corrupción que han marcado su administración.

También arremetió contra sus exministros José Antonio Ocampo, Cecilia López y Alejandro Gaviria, a quienes descalificó sin reparo. Lo paradójico es que, aunque muchos no coincidamos con ellos, es innegable que se trata de personas respetables y con trayectoria. Pero Petro no tolera la independencia ni la sensatez. Los expulsó del gabinete porque no se dejaron manipular y, ahora, con desparpajo, afirma que fueron un error, que lo engañaron. “Me vieron la cara de pendejo”, dijo. Irónicamente, es él quien insiste en vernos esa cara a los colombianos.

La embestida no terminó allí. En su afán de imponer decisiones que no le competen, atacó también al Banco de la República por no acceder a su capricho de bajar las tasas de interés. Acusó a los miembros de su junta directiva de ser “uribistas” y afirmó con arrogancia que “la delegada que yo puse, la sugirió Ocampo”. Tan desbordadas fueron sus afirmaciones, que el gerente del Banco, Leonardo Villar, tuvo que salir a aclararle que ninguno de los integrantes de la junta -salvo el ministro de Hacienda- representa al Gobierno ni a partidos políticos.

En este nuevo acto teatral, Petro reparte culpas con la soltura de quien se cree impune. A cada funcionario que despide -que son muchos- le endilga alguna culpa, como si con ello pudiera redimir su propia incompetencia. Golpea por la espalda a quienes lo han servido. En su mundo distorsionado, todos fallan, menos él.

Petro también ha tejido una narrativa populista que le permite preparar el terreno para una campaña política encubierta, cuyo verdadero objetivo es asegurar respaldo para sus listas al Congreso y ungir a su sucesor. Aunque de él no puede descartarse que esconda intenciones aún más oscuras.

Mientras tanto, ya están en campaña. Petro y sus ministros, sin haber siquiera radicado el proyecto de consulta popular en el Senado, recorren el país promoviendo el “Sí”. Ensillan las bestias sin haberlas conseguido, en lo que no es más que una excusa para repartir, con ropaje democrático, billones de pesos del erario en una ofensiva politiquera. A propósito, esperamos que la mayoría de senadores hundan sin titubeos aquel adefesio.

A Gustavo Petro hay que hacerle sentir que Colombia no le pertenece. Debe saber que esta nación tiene memoria y dignidad. Y, como nos ve cara de pendejos, debemos demostrarle que, por más que insista, no encajamos en ese molde de ingenuos que pretende imponernos.

*Expresidente del Congreso