Julieth Andrea, la heroína que protege la vida marina
Todo escenario envuelve un encanto auténtico, y bajo cada resultado magnifico, siempre habrá un gran liderazgo que opera a su mayor capacidad. Las mujeres, con su espíritu aguerrido desde épocas pasadas han conquistado luchas, sobreponiéndose a cualquier dificultad y aún continúan transformando la sociedad con sus dones de resiliencia y empoderamiento.
En una niebla fría entre montañas y paramos se presentaba ante el mundo una niña especial. Sus ojos verdes parecían ser el reflejo del paisaje con el que conectaría, desconociendo de imposibilidades y lejanías para cumplir con una misión que descubriría con el pasar de los días.
Ella es Julieth Andrea Prieto Rodríguez, una bogotana de 38 años, a quien desde su infancia los grados bajo cero de la helada capital no les eran muy amigos y le hacían desear vivir en un clima distinto, como mostrándole que había un lugar más allá donde realmente pertenecía.
El sol y las brisas parecían hacerle un llamado desde muy temprana edad, y la llevaron hacia las costas de Cartagena, donde la colocaron frente a frente con el mar, para empezar a crear una conexión inquebrantable desde sus 10 años, fortaleciendo la convicción que tenía de dedicar su vida a cuidar la naturaleza, tal cual como se lo dijo a su madre a los 9 años, dejándole claro que no quería trabajar en una oficina sino en la naturaleza.
“Veía en televisión corales y peces, pero no se comparaba con la inmensidad de cosas bonitas que observé en esas vacaciones donde el mar de leva en la isla de Barú me permitió contemplar las maravillas del océano, sintiendo como si me tomara de la mano para invitarme a seguir, haciéndome parte de él”, expresó Julieth.
Así que, a sus 17 años, siendo una adolescente, esta mujer nacida un 13 de noviembre de 1986, puso a prueba su determinación para evitar que su padre la encaminara por la carrera de Derecho y lo convenció de dejarla estudiar Biología Marina en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, única en el país con esta clase de formación profesional.
“Principalmente, él era quien me apoyaba económicamente e intentó persuadirme para ser abogada, con el miedo de que no pudiera sobrevivir siendo bióloga marina. Cuando comencé a estudiar Biología Marina, él me decía mi científica”, contó con una sonrisa de orgullo en su rostro.
Parece irónico, pero duró cinco semestres investigando, aprendiendo teorías, resolviendo ecuaciones y un sinnúmero de temas que jamás se le habían pasado por la cabeza, en una ciudad donde no hay mar, para por fin en sexto semestre tener contacto con el cuerpo de agua salado que almacenaba aquellas especies que quería proteger.
Llegó a Santa Marta para poner en práctica lo aprendido y seguir adquiriendo otros conocimientos desde el océano. “Allí tuve mi primera clase de zoología, la mejor de toda mi vida, no le entendía nada a mi profesor porque hablaba muy rápido, pero tenía un amigo cartagenero que nos explicaba y yo anotaba apresuradamente, ya que era la preparación para nuestra primera salida de campo”, mencionó Julieth muy emocionada.
Aletas preparadas y careta en mano estaban ahí junto a ella y de cara al mar listas, después de tanto tiempo para explotar el mundo que veía a través de libros y pantallas. La cita perfecta e inolvidable fue en Playaca, al lado de Taganga donde por primera vez tuvo contacto con corales, abanicos de mar y gusanos de fuego, sintiendo como si toda su vida hubiese ‘vivido en el mar’.
Después de culminar sus estudios con 21 años, colocó al servicio de ‘la creación de Dios’ sus conocimientos en instituciones como Invemar para aportarle al ecosistema marino y gracias a su desempeño, dos años después fue recomendada en la Corporación Autónoma Regional del Magdalena-Corpamag, ante la necesidad de contar con una bióloga marina y allí empezó una nueva travesía, en el año 2010.
Esta entidad ambiental, se convertiría en el campo donde encontraría los peldaños para transportarse hacia el lugar donde más allá de desarrollar su profesión, comprendió su vocación con el mundo.
En el año 2013, se activaría su ‘superpoder’ como mujer. Julieth recibió dos cartas del Acuario Rodadero, en la primera le informaban que tras el mar de leva se habían escapado varios delfines a causa de la destrucción de varias piscinas, por lo que habían activado un protocolo de fuga junto a los pescadores que les permitieron recuperar casi todos sus ejemplares, exceptuando a dos; y en la segunda, notificaban que los mamíferos que faltaban los habían encontrado junto a dos más en una red fantasma, ambos heridos y requerían atención.
“Cuando fui a ver a los ejemplares, efectivamente me encontré con un equipo de profesionales muy interesante que tenía muchos conocimientos sobre la fauna marina, entre esos un médico veterinario que me aseguró que la recuperación de los animales iba a darse en unos pocos meses, pero que se podían sanar y así sucedió”, relató.
Varios retos se habían presentado en la vida de la bogotana con corazón samario, pero se avecinaría una ola que la iba a obligar a realizar maniobras impensables para poder permanecer en pie junto a su bandera como protectora de los animales que llevaba en el barco de su vida.
Apareció en el Parque Tayrona un manatí y lo llamaron ‘Julieta’ en su honor, gracias a su lucha incansable en casos anteriores. El mamífero por carne apetecida y gran peso era difícil de rescatar, sin embargo, no se rindió y consiguió los equipos para ayudar con su recuperación.
“Pasé un momento difícil porque cuando fui a rescatarla, aún estaba viva, sabía que estaba mal y los pescadores no la querían entregar. Insistí en una población difícil, recibí amenazas, pero recuperamos a ‘Julieta’. Lamentablemente estaba muy mal y murió”, contó.
Aunque después de este suceso hubo muchos días de tristeza que la llevaron a querer renunciar al trabajo dado, a la poca empatía observada en las personas; todo tomó otro sentido cuando al volver, luego de un periodo de descanso recibió a ‘Tasajerito’, un manatí de 3 días de nacido entregado por pescadores de Tasajera, a quien crió como si fuera un hijo, con ayuda de más de 300 personas e instituciones, y que actualmente tiene 3 años.
Finalmente, como estos hay otros casos en los que Julieth ha luchado por el jaguar, el caimán aguja y las tortugas marinas, y continúa mostrando como armas sus cualidades de mujer para enfrentarlos, los mismos que manifiesta haber forjado desde su núcleo familiar con su madre y hermana, quienes siempre la enseñaron a no rendirse y hacer todas las cosas con amor para que salgan bien, valorando a cada persona, entendiendo la importancia que tiene todo rol en un equipo de trabajo.
“Hay que trabajar para que nuestra determinación sea tan inmensa como el océano y la resiliencia tan fuerte como las olas que moldean la costa, inspirando a nuevas generaciones, porque siempre que actuamos desde nuestro corazón nos volvemos agentes de cambio”, puntualizó.