Con la ahora hundida reforma, Petro y su gobierno querían profundizar la crisis, golpear más duro a los mismos de siempre y cobrar venganzas.
Para fortuna del país, el Congreso hundió la reforma tributaria. Confiábamos en las comisiones tercera y cuarta de Senado, pero nos sorprendió positivamente la decisión de las mismas en la Cámara de Representantes. Todavía el país no se repone del daño causado por el exministro Ocampo y su reforma del año 2022 que, recordemos, restableció el antitécnico y confiscatorio impuesto al patrimonio, elevó el impuesto de renta a personas naturales al 39 %, eliminó el descuento de los pagos en ICA y estableció nuevos impuestos y sobretasas a discreción.
Las consecuencias de esa reforma, mil veces denunciadas desde esta columna, no podían ser peores: déficit fiscal en 87 billones, lo que equivale al 5,6 % del PIB; deuda externa a septiembre en 195.276 millones de dólares, lo que equivale al 48,19 % del PIB; deuda interna a septiembre de 143.000 millones de dólares. En 2024 tuvimos que destinar 75 billones solo para el servicio de la deuda y, claro, como fue advertido, la reforma Ocampo ocasionó una severa caída en el recaudo de 6,9 % en línea con uno de los principios básicos de la tributación, que consiste en no halar demasiado la cuerda, pues se totea.
En paralelo, la industria ha caído en 4,2 %, de las 39 actividades 27 reportan números rojos. También fuerte caída en el consumo de los hogares, que lleva 22 meses con tendencia a la baja. Muy preocupante que la inversión extrajera registre caídas del 217 %. Con la reforma Ocampo todo se cayó, hasta el propio ministro.
Con la ahora hundida reforma, Petro y su gobierno querían profundizar la crisis, golpear más duro a los mismos de siempre, acelerar la salida de colombianos al exterior y, digámoslo sin eufemismos, cobrar venganzas. He aquí la receta que muchos no conocieron de la malhadada propuesta: eliminación total del régimen simple de tributación para forzar a miles de contribuyentes, particularmente a los más frágiles, a regresar a la informalidad o pasar a tarifas hasta del 41 % en renta; ampliación de la base y reducción del umbral del impuesto al patrimonio para personas naturales, para que todo aquel que tenga un patrimonio de 1.900 millones entre a pagarlo y aumento del mismo al 2 %.
Otras bellezas: presunción de distribución de dividendos correspondiente al 30 % de la utilidad aun sin decretarse y por supuesto sin distribuirse, y eliminación del descuento tributario para dividendos percibidos por personas naturales, elevando la tributación sociedad-socio hasta un 62
%, la más alta de la Ocde. Además, un nuevo impuesto al patrimonio para las sociedades, con una tarifa de 1,5 % sobre su patrimonio líquido improductivo, generando doble tributación patrimonial en el accionista y en la sociedad, aumento de la tarifa de impuesto a la ganancia ocasional del 15 % al 20 % y eliminación de la tarifa preferente del 5 % para los vehículos híbridos, quién lo creyera en un gobierno cuyo objetivo debería ser su estímulo.
Pero lo más grave era la propuesta de pasarse por la faja la regla fiscal, que tanto atormenta a este gobierno de irresponsables, y que hubiera podido generar una alarma total para los inversionistas y acreedores extranjeros. Yo me pregunto a dónde podría llegar la tasa de cambio en este escenario.
Como ya es conocido, ahora el señor Petro y su gobierno le echarán la culpa de sus desacertadas reformas, de las decisiones equivocas y del desgobierno, a la caída de la tributaria: que no se pueden reparar los helicópteros, que no se puede financiar a los alumnos Icetex, que no hay cómo atender los gastos en salud, cuya deuda este año supera los 18 billones, con todo el sector en quiebra; que tampoco hay para los programas de agua potable, pese a que este año del presupuesto asignado ejecutaron solo el 3 %; y que no se podrán bajar las tarifas eléctricas en la Costa. Nada es culpa del Gobierno, todo es atribuible a los “malditos congresistas” que no se plegaron a los caprichos de Petro. A mí me responsabiliza de la caída de la reforma, porque, según él, soy dueño de los juegos de azar en el país. ¿De dónde sacará tanta locura? Nunca he comprado ni un billete de lotería.
Esperemos que los parlamentarios sigan por esta misma ruta en el resto de la legislatura y hundan responsablemente las reformas de la salud, la laboral y, por supuesto, la mal llamada reforma política.
- D.: Responderé pronto al muy pusilánime comunicado del dr. Caicedo Ferrer y la CCI.