Parece que llegó definitivamente la hora de la verdad para poner sobre la mesa las cartas de la política fiscal. Hasta el momento se habían mantenido más o menos ocultas; más o menos vagas; la ambigüedad en vez de la transparencia había sido su constante. No pueden continuar así las cosas.
La hora de la verdad llega en primer lugar a los asuntos presupuestales: se había anunciado hace varios meses un recorte del presupuesto de la vigencia de 2024 que nunca se llevó a cabo. Ahora el tiempo se agota a escasos dos meses de terminar el año. Los recaudos están desplomados y los cálculos iniciales han volado en mil pedazos. De allí que el ministro de Hacienda haya tenido que salir a decir: “estamos examinando dadas las dificultades de recaudo si lo llevamos (el recorte) a 33 billones”. O sea, $ 13 billones adicionales a los $ 20 billones anunciados.
Llega también la hora de la verdad para el presupuesto. El gobierno se trenzó en una disputa estéril con las comisiones económicas del Congreso y no pudieron llegar nunca a un consenso sobre el monto del presupuesto para el año entrante. El gobierno Petro se empecinó en que en el monto de la ley de rentas y apropiaciones del año entrante apareciera incluido el monto a recaudar en el proyecto de presupuesto para el 2025. El Congreso -con buen juicio- insistió en que esto no era posible pues no podían agregársele a las cifras del proyecto presupuestal, algo que apenas era una expectativa ($ 12 billones). Era sumar peras con manzanas. Ingresos ciertos e ingresos contingentes a una reforma que ni siquiera se ha comenzado a discutir.
El proyecto de presupuesto, entonces, y como era de esperarse, nunca se discutió en las cámaras. Ya pasó la fecha límite para su estudio en el Congreso, que era el 20 de octubre. El gobierno tendrá que expedirlo en consecuencia por decreto.
Se libró una batalla írrita entre Gobierno y Congreso y, finalmente, saldrá un decreto (o debería salir) un decreto cuyo monto no incluya el producido de la reforma tributaria. Fue el debate de la terquedad gubernamental. Creyendo que sumando peras con manzanas le torcía el brazo al congreso para que le aprobara la reforma tributaria propuesta. Cosa que naturalmente no ocurrió.
Y todo indica, además, que no va a ocurrir. Las informaciones conocidas dan cuenta que el ambiente en el congreso para una nueva reforma tributaria es pésimo y, lo más probable, es que ni siquiera la discutirá, sino que le rendida una ponencia mayoritaria determinando su archivo.
Y como si lo anterior fuera poco, todos los centros de investigación serios que funcionan en el país, lo mismo que el Comité Autónomo de la Regla Fiscal (Carf), consideran a que el presupuesto del año entrante está también abultadamente desfinanciado. Es decir, no solo van a faltarle los doce billones que no producirá la reforma tributaria radicada que no parece tener buen pronóstico, sino que adicionalmente le faltan otros $ 30 o $40 billones para que las cuentas cuadren el año entrante.
Dicho en buen romance: si al ejercicio fiscal moribundo del 2024 se necesita recortarle en el programa de gastos cerca de $33 billones, al del 2025 habrá que recortarle -más temprano que tarde -cerca de $ 0 billones.
A lo anterior habría que sumarle la grave situación de caja que enfrenta el gobierno central pese a los montos inauditamente abultados de rubros no ejecutados que exhiben las cifras fiscales.
El gobierno se ha convertido en un deudor moroso con todo el mundo: con las distribuidoras de energía eléctrica, con las EPS, con las universidades públicas; con los concesionarios de obras públicas …. la lista es interminable.
Haría bien entonces el Gobierno -y en especial el ministerio de Hacienda y Planeación Nacional- en poner todas las cartas sobre la mesa con transparencia. Y de una vez. Para que la confianza en la política fiscal del país no se termine evaporando del todo.
¡La hora de la verdad fiscal le ha llegado al gobierno Petro!
*Exministro de Estado