Como mencionaba en la columna de la semana anterior, Colombia juega con su futuro económico. En lugar de adoptar políticas que fomenten la inversión privada, mejoren la infraestructura y reduzcan las desigualdades, parece estar atrapado en un ciclo de decisiones que obstaculizan el crecimiento, el cual, de por sí, está esquivo.
Si queremos un futuro mejor, es hora de dejar de jugar con el crecimiento y tomar las decisiones necesarias para impulsarlo de verdad.
El FMI proyecta una mejora de las perspectivas económicas para 2024 de 1,1% a 1,6%. Una cifra en positivo, pero que no invita a celebrar, porque es mínima, insuficiente, rodeada de incertidumbre económica y desconfianza política.
Warren Buffett, el legendario inversionista, lo resumió de manera brillante cuando dijo: “se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla”.
Esta frase puede aplicarse tanto a las personas como a los países, y especialmente a su entorno de inversión. Un ambiente propicio para la inversión es algo que se construye lentamente, con constancia y decisiones acertadas y puede desmoronarse de manera abrupta con una sola decisión errónea o una señal política equivocada.
No podemos cansarnos de insistir en que para lograr un crecimiento constante se requiere crecimiento de la inversión, de la productividad, del empleo, y para lograr esto hay que crear condiciones de confianza y certidumbre, mostrar un país en desarrollo sostenible permanente, con un marco jurídico estable, instituciones sólidas e independientes y la certeza de que las reglas del juego no cambiarán a mitad de camino.
En lo que va de 2024, la Inversión Extranjera Directa (IED) en Colombia ha disminuido significativamente. Según la actualización más reciente del Banco de la República, correspondiente a julio de 2024, la IED alcanzó un total de US$7.201 millones, lo que representa una disminución del 15,5% en comparación con los US$8.531 millones registrados durante el mismo periodo en 2023.
El informe de clima de inversión del Departamento de Estado de EE. UU. sobre Colombia señala que la incertidumbre y la desaceleración son los principales factores que afectan la economía colombiana, sumados a señales políticas confusas y cambios en la regulación que suscitan dudas sobre la estabilidad futura del país. EE.UU., nuestro principal inversionista, ya percibe las señales: redujo en 5% su inversión al primer semestre de este año.
Un retroceso en la inversión significa menos crecimiento, menos empleos y, en última instancia, más pobreza y más desigualdad. Colombia, que según el Banco Mundial es el tercer país con mayor desigualdad del mundo, no puede permitirse el lujo de perder el capital productivo que tanto ha costado atraer durante las últimas décadas.
El ámbito internacional de confrontaciones comerciales, económicas y militares tampoco ayuda. Las entradas mundiales de IED se redujeron por segundo año consecutivo en 2023 y las empresas transnacionales frenaron las fusiones y adquisiciones transfronterizas.
Obviamente alejar la inversión es el sendero más peligroso y pareciera que estuviéramos yendo en esa dirección, lo que definitivamente pone en riesgo el crecimiento de una nación que necesita de mucha inversión para alcanzar mejores resultados, reducir las brechas sociales, crear riqueza y garantizar un futuro próspero para Colombia.
* Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas