Diario del Cesar
Defiende la región

Rituales ancestrales para el líder arhuaco Danilo Villafañe

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En el Resguardo Indígena Katanzama, en la vereda Perico Aguao, sector de Guachaca, área rural del Distrito de Santa Marta,  continúan los rituales ancestrales por la muerte del líder indígena Danilo Villafañe Torres.

El deceso del representante de las comunidades indígenas que tienen asiento en la Sierra Nevada de Santa Marta, ocurrió el pasado lunes 25 cuando se encontraba de paseo familiar en ese sector del mar entre Guachaca y Mingueo en La Guajira.

A eso de las 4:00 de la tarde de ese lunes festivo, los gritos de la gente que se encontraba en el mar, cerca de la desembocadura del río Palomino  alertaban sobre el caso de una menor, identificada posteriormente como Erika Izquierdo Chaparro, de 17 años, que se ahogaba llevada por las olas marinas.

El líder indígena sin pensarlo dos veces, se lanzó al mar a rescatar a la menor, con tan mala suerte que también murió en el intento. Sin embargo, fueron rescatados y con la esperanza de sobrevivieran fueron llevado hasta el Centro de Salud de Guachaca, donde los médicos de turno comprobaron que ambos llegaron sin signos vitales.

Desde ese día, es decir, 25 de diciembre, el féretro con los despojos mortales de Villafañe Torres, fue trasladado hasta el Resguardo de Katanzama, donde las diferentes etnias, arhuaca, wiwa, kogis y arzarios, con sus costumbres ancestrales le rinden homenaje al líder que durante muchos años defendió el derecho que tienen los indígenas sobre la Sierra Nevada de Santa Marta.

EL PASO DE LA VIDA TERRENAL A LA ESPIRITUAL

Según el escritor Oscar Montero, líder indígena del pueblo kankuamo en Colombia, la muerte para los Pueblos Indígenas sigue siendo ese paso de la vida terrenal a la espiritual, un paso natural que se da en el ciclo de la vida pero que es interrumpido por la mala muerte, esa que no permite de manera tranquila cumplir el ordenamiento de la vida y la muerte.

“El orden es morir de viejos, morir tranquilos en la ley propia; para que la vida en lo terrenal pueda seguir su curso de manera armónica para las familias, el territorio, la comunidad y el pueblo en su conjunto. La muerte convoca a la solidaridad y a la unidad, sea buena o mala; en ambas se constituye en un acto sagrado, pero cuándo es mala muerte se convierte en un acto político más fuerte, de lucha, de resistencia, de denuncia y de movilización”, sostuvo en su escrito En La Raya.

Sostuvo que la muerte en los pueblos indígenas es un hecho político, social y cultural. Es un espacio de memoria, de viaje y de buen pensamiento para que los espíritus vuelvan al origen, para que los cuerpos vuelvan a ser sembrados para ser semillas, no en los cementerios que dejó la colonia y la evangelización, sino en la tierra, en la Madre Tierra de donde también nació.

“Los espíritus de los muertos se convierten en guías espirituales que para los Wayuu por ejemplo anuncian situaciones positivas o negativas a través de los sueños. Es tan sagrada la muerte para ellos que en sus rituales realizan dos entierros, y el cementerio se convierte en un ordenador del territorio y la cultura, en un espacio de memoria viva en donde se habla con los muertos, en donde se comparte y abunda buena comida y chirrinchi, entre otro”, dijo.

Finalmente, advierte en su escrito, que al otro lado de estas montañas, en las del norte se hacen mortuorias de 9 días, porque son 9 meses en los que se está en el vientre de la madre, porque son 9 mundos los que componen territorialmente y espiritualmente el corazón del mundo: la Sierra Nevada de Gonawindua, allí sus guardianes los Kankuamos, Koguis, Wiwas y Arhuacos hacen pagamentos a sus muertos para que viajen a Chundwa, los picos nevados más altos de Colombia, bajo la guía de los Mamos y Sagas se paga en positivo y en negativo para armonizar y equilibrar el camino de los que se han ido, se danza y se canta para que su andar sea libre, en paz y en armonía.